¡Ups…! Lo siento pero no existe tal dicotomía.
Antes de lanzar insultos en nombre de mi santa madre sigue leyendo.
Nadie niega la importancia del trabajo de flexibilidad. Pero desde mi punto de vista, en nombre de «entrenar la flexibilidad» se cometen errores conceptuales.
En este artículo vamos a abordar los principios y el sentido común. Al final podrás comprender lo ilógico o irracional de muchos planteamientos metodológicos.
Primeramente definamos flexibilidad.
Sintéticamente puede concebirse como la capacidad neuromuscular de ejecutar movimientos de amplitud máxima u óptima según demande la situación.
Esta determinada o condicionada por:
2. Factores extrínsecos:
Malinterpretaciones
Por fin pudimos dejar atrás la teoría, ahora necesito apelar a la lógica y sentido común.
El contexto es una típica sesión de entrenamiento entre 45 min y 90 min. Partiendo de la premisa que el tiempo es un bien escaso, debemos ser precisos con las intervenciones que llevemos a cabo en nosotros y nuestros deportistas.
Malinterpretación #1
Solo se trabaja la flexibilidad si adopto una postura y la mantengo durante un lapso prolongado de tiempo.
Malinterpretación #2
El dolor es un buen indicador de que el trabajo es efectivo.
Malinterpretación #3
Se deben buscar rangos cada vez más amplios, haciendo caso omiso al dolor.
Para esclarecer parte de dichas malas interpretaciones podríamos preguntarnos:
¿Hay alguna acción concreta que sientas que no podes ejecutar por falta de flexibilidad?
¿Evaluaste o evaluaron si tu rango de movimiento esta limitado en alguna acción cotidiana o gesto deportivo?
¿Prácticas un deporte que demanda altas prestaciones de flexibilidad / rangos extremos de movimiento?
Luego de esa reflexión vamos a desmentir mitos.
«Solo se trabaja la flexibilidad si adopto una postura y la mantengo durante un lapso prolongado de tiempo.»
Cuando ejecutas un movimiento o un ejercicio con sobrecarga existe una sucesión de distintas fases. Por ejemplo durante una sentadilla: